Una vez aprendí que no hay que confiar ciegamente. Lo aprendí de tal manera que ya no puedo confiar.
Es un tormento dejarme llevar por un instante por las cosas que siento de forma irracional.
Por un lapso de tiempo suficientemente relevante como para permitirme una entrega mayor, siento que vuelo! Y luego vuelvo a sentir esa ansiedad. Casi pánico.
Busco un fundamento para mis temores, bases concretas, reales, de la tierra, y creo encontrarlas.
Siento ganas de arrancarme un trozo de mi cuerpo. De romper cosas que se han construido...porciones de confianza. Me siento imbécil, tonta, ilusa, ingenua, estafada...vulnerable.
Confianza. Temores. Confianza. Temores.
No hay que confiar ciegamente, eso aprendi una vez.
jueves, 26 de febrero de 2009
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