sábado, 29 de septiembre de 2007

Fantasmas


Ella venia de una guerra, y el cruzaba el desierto cuando se encontraron. Una evidente necesidad afectiva los tenia enfermos, ciegos. Tanteando, tropezando; chocaron. El encuentro fue infantil...algo así como "te mandaron saludos" vía celestino. Algo romántico también, pensando en lo espontáneo, sincero y fugaz que fue.
A pesar que se habían visto en una ocasión anterior, no recordaban con demasiada precisión sus fisionomías respectivas. Características en base a impresiones en realidad, no mas. Ese era quizás también el nivel de expectativas que tenían cuando acordaron juntarse...muy indefinido.
Algo podía intuir ella de el; algo fascinante. Era algo perceptible a través de su actuar; decidido...casi violento; de hecho, un tanto invasor...pero decidido. Como el que camina bajo la lluvia sin dejarse afectar por ella.
Por cierto desplegaba una serie de encantos evidentes para cualquier persona; era guapo, de espalda ancha y labios bellos. Miraba a los ojos y sonreía con generosidad cuando conversaba de cualquier tema orientado al interés del interlocutor. Sociable.
El de ella nada; era hembra, tierna, afectiva. Un faro, llama pequeña y cálida que orienta. Según se había informado tenían intereses en común y eso era ideal. Lo haría todo mas natural. Le impresiono, claro, su edad al notar que era mayor de lo que aparentaba. Si, llamaba su atención experiencias de ella.
En fin, se besaron, se abrazaron, se olfatearon...se acercaron con tal ansiedad que lograron ver hasta lo mas profundo de sus heridas. Ahí estaba oscuro aun, poca luz podía entrar y el temor empapaba todo y lo hacia infértil.
Ciertos cactus demoran años en reunir las condiciones necesarias para hacer nacer una flor, la mas bella de todas...y esta muere en una noche. Su belleza radica en lo efímero.
Asustada, ella saco su sable y le corto la cabeza, según como había aprendido a reaccionar durante los años de guerra....una conducta irremediablemente autodestructiva en ese momento. El vio su cabeza rodar, fue como un de-ja vú, apelaba a una de las escenas mas horrendas de su vida. Condenado a vagar por el desierto mas árido de todos. Como gato erizó su lomo y salio corriendo por los tejados hasta perderse en la inmensidad del anonimato subterráneo. Solo quedaron los cactus alineados en el suelo, como fantasmas atormentados.
Cuando la ilusión del encuentro decanto, ella se vio invadida por un sucio sentimiento de remordimiento que la hizo delirar hasta el punto de encarnarlo en un sueño ficticio, irreal, un ser extraído de una obra literaria. Un refugio delicioso e invocable.
El gato lamió sus heridas y guardo celosamente el rencor en un lugar secreto, como un tesoro maldito del cual no se podía deshacer. Ronroneaba.
Nunca más se volvieron a ver, y quedaron espectros. Fantasmas que penan aún, como almas en el limbo esperando que se abran las puertas del cielo...

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