jueves, 11 de septiembre de 2008

Balazo en la frente; PAH!

Recorrían el centro de la cuidad a pie.
De noche todo se ve distinto. Las sombras caen en variadas formas sugerentes, torcidas y grises.
Se movían por las calles con absoluta naturalidad. Callejones, plazas y cruces eran ya todos familiares.
Al parecer no había un destino definido...las calles vacías avanzaban bajo sus pisadas, y los faroles teñían todo de color naranja...como incendiándolo todo.
Tal vez de la mano, tal vez solo lado a lado, caminaban. Se detuvieron en una plaza con juegos.

Una banca vacía. Un cigarillo...ella prende un tabaco suavemente aromatizado con chocolate, y lo fuma con calma. El aire esta tibio, un leve viento recuerda la presencia de una posible lluvia. De esas lluvias que acarician todo con su humedad gentil.

Reanudan su caminata, y doblan por una esquina donde hay un gran edificio antiguo, con cornisas sobresalientes, moldeadas de acuerdo a un antiguo cuento gótico. El portón es grande; marco de alguna madera noble con vidrio.

Ante el portón hay una pequeña escalera de piedra...la gente suele sentarse en ella a esperar a algún novio atrasado, ver los transeúntes pasar apurados, o recobrar el aliento en una ciudad loca y enferma.

Ahora se paran ahí, miran la calle solitaria desde ese ángulo. Un hombre pasa caminando cabizbajo, tiene una pistola en su bolsillo.

Notan el arma; alerta. El hombre parece seguir su camino cuando, de pronto, lentamente, saca el arma y apunta a los dos personajes grises parados en el rincón que se forma entre la escalera de piedra y el portón del edificio viejo.

Una conmoción casi imperceptible hace temblar a un par de personas que presencian el acto.

Un sonido mudo y lejano, como sub acuático, y la pistola apuntando hacia ellos...PAH! PAH! PAH! PAH! Varios disparos.

Ella se desliza hacia el suelo, apoyada contra la muralla de piedra fría, se deja caer convencida de que una bala ha penetrado despiadadamente su cuerpo...no tiene la certidumbre de donde...pero efectivamente esta herida. Su compañero yace al su lado, su cara inmóvil, su mano izquierda sobre su abdomen, presionando con fuerza, un dolor...mas bien una sensación. De irrealidad.

Ella pronuncia con gran esfuerzo una simple solicitud a los pasmados testigos; "Llamen a una ambulancia".

El viento tibio mueve unas hojas secas de la cuneta. El aire se condensa, el tiempo se torna gris. Se esfuma todo, excepto la mano de ella tocando su frente. Puede palpar, como en una película, el agujero que le ha dejado la bala justo sobre su entrecejo. Tiene el tamaño exacto de la yema de su dedo índice.

Una gota de sangre roja y densa cae lentamente sobre su ojo, como un lente, tiñiéndolo todo de un tono rojizo ardiente.

No siente nada.

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